Oiarbide (Astigarraga): Marzo 18, 2017

Para la cena de gala de la primera edición del International Semantic Cider Meeting (ISCM 2017) nos vamos a una de las sidrerías visitadas en la IV Sagardo Bira y a la que más veces hemos ido desde entonces.

Asistentes: Noemí, Fernando, Elena, Carlos, Jesús, y Edu

Excusan su asistencia Ana y Josetxu.

Previo

Se intentó por todos los medios encontrar un hueco el sábado a mediodía pero tras llamar a unas 9 sidrerías fue absolutamente imposible gracias al efecto Sagardo Bus que tantas alegrías nos da. Así que finalmente reservamos para el sábado por la noche.

Tras quedar de pintxos por Donosti a mediodia (donde algunos milindris manifiestan su desazón al tener que compartir la comida y tener que comer con las manos en las sidrerías aunque Edu les dice que no hablen antes de tiempo), quedamos a las 20:00 en Astigarraga, en el Ekaitz, con la idea de coger uno de los nuevos buses gratuitos a la sidrería, a ver cómo resulta el tema. Unos fueron en el A2 y otro fue andando desde Hernani observando con preocupación la borrachería habitual de los sábados de temporada. Llegamos todos puntuales y tras un trago nos dirigimos a la rotonda para preguntar por los buses; no vemos ninguno así que Jesús pregunta a lo que parecía una furgoneta de carga y descarga... y resultan ser ellos!! (unos jóvenes llevaban allí rato al lado sin sospechar que aquello era el "bus") y aunque están ya llenos, esperamos al siguiente que llega enseguida y entre las dos cuadrillas llenamos las 13 plazas. Tras un breve paseo y unos no tan breves saltos sobre los topes antivelocidad de la cuesta, llegamos a Oiarbide tras pasar por Sarasola; alguno se tiró todo el viaje intentando ponerse el cinturón... hasta que le dijo la conductora al salir que estaba bloqueado. Es de destacar que subir la cuesta a pinrel se hace más largo y cansado.

Sidrería

¿Qué decir de Oiarbide? pues que sigue igual más o menos que los últimos 20 años, con la parrila de las txuletas a la derecha de la entrada, los baños a la izquierda, y las hijas de Sebastián Oiarbide atentas a las manadas de gentes que llegabamos. Fue coger vaso... y ya estaba allí Sebastián haciendo txotx junto a la puerta de entrada, asi que nos estrenamos sin tiempo de decir ni pío. Los newbies de nuestra cuadrilla hacen lo que pueden para estrenarse, destacando Elena que da el gran espectáculo. Nos dan una mesa enfrente de la entrada a la derecha (de donde quitan dos sitios pues se reservó para 8) pero poco tardamos en alternar los continuos txotxes de Sebastian, que no para, con visitas a la kupela abierta que hay escaleras abajo, cuya sala está aún vacía. Notamos que el frontal de las kupelas lo barnizan cada año, viendo algunas con la madera ya convada por los años y el devenir de litros y litros de sidra. Pedimos una botella de agua para la que no bebe alcohol.

De comer, dos tortillas de bacalao enormes, jugosas, y riquísimas que hacen las delicias de los novatos, ciertamente estaban insuperables (los novatos no, las tortillas). Cuando aún nos quedaba un tercio de ellas, la camarera jovenzana nos trae dos bandejas con bacalao con pimientos, rico pero quizá de trozos muy pequeños. Edu tuerce el morro por la prisa en servirnos el segundo plato pues aún son las 21:30 y parece que ya nos quieran echar. Un rato después llegan dos txuletas de tamaño medio, que estaban bien ricas y desaparecen pronto ante la hambruna gabatxa que demuestran algunos/as. Cuando la camarera nos pregunta que si queremos otra, Edu reacciona diciéndole que nos lo pensamos y ya le diremos, que esta chica quiere despacharnos rápido. Tras mucho beber mucho y muy poco pensar le acabamos pidiendo la tercera, que no está tan buena como las dos primeras, de hecho no suelta jugo (efecto congelación). Tras otra gran pausa acabamos pidiendo una cuarta (se nota que no eran de kilo) aunque hasta los más voraces al comienzo ya comienzan a recular. La cuarta curiosamente vuelve a estar tan buena como las dos primeras y con esa nos damos por satisfechos, destacando Carlos y Edu en el noble arte del concierto de armónica. De postre, 2 platos cada uno con cuatro trozos de queso y uno de membrillo y dos cestitos de nueces, que hacen las delicias de los tronzalaris, destacando especialmente el portero de balonmano que recurre sin mucho éxito a golpes de mortal kombat para acabar con las dichosas nueces vascas que parecen de hormigón. Total, la factura asciende a 186€, 31€ cada, no está mal para cuatro txuletas para seis y haber acabado más que satisfechos de comer.

El flujo de gente es continuo hasta acabar ocupándose todas toditas las mesas de arriba y de abajo. La zona de la entrada, confluencia de cuatro caminos, se peta hasta la bandera sobre todo cuando Sebastián abre una de las kupelas cercanas. Por cierto que acaba abriendo todas las habituales más la última del rincón en L a petición de uno con tres vasos. Se nota mucho las grandes cuadrillas que no tardan en comenzar los cánticos que cada vez suben más de tono, acompañándose de golpeos en las mesas. También se ve mucho novato pues casi nadie pone su vaso debajo del anterior. Edu aprovecha para perderse entre los txotxes cada vez que va a pedir una nueva txuleta. La sidra quizá demasiado dulce para los paladares más exigentes pero con tanto guiri, qué quieres... Hay tiempo incluso para departir con Sebastián y averiguar su edad exacta (83) pues no se sienta ni un instante; protesta que ya la familia no le deja hacer reformas en el caserio. Luego una de las hijas confirmaría que todo esto le revive y para nada se cansa, eso sí que es tener casta. Gracias a las pausas entre las txuletas 3 y 4 conseguimos alargar nuestra visita un buen rato. Tras salir sobre las 00:30 a avisar a la jefa para que los "buses", furgonas o lo que fueren vengan a buscar a 6, nos dice que ya no cree que vengan más que las comprometidas, que le ha costado que suban varias para llevarse de allí a un grupo de 16 gabatxos... y protesta que menos mal que las furgonas las pagan los sidreros, aunque no se nota. Así que al final decidimos bajar andando que la cuesta al revés no es para tanto y luego tanto Hernani como Astigarraga están a unos 15 minutos andando. Jesús asegura que vendrá con su bici y la subirá (esperamos que se traiga un desarrollo como para subir al L'Angliru).

Epílogo

Tras bajar iluminados únicamente por la "linterna" de Carlos, y echarnos a la cuneta escapando de varias furgonas que bajaban desbocadas, llegamos a la conexión con la carretera donde, al haber un control de la Ertzaintza junto a la rotonda dirección Hernani, avisamos a todos los coches que bajan para que tiren para Astigarraga; y nunca hemos visto gente tan obediente nada más ver los destellantes. El grupo se despide y se dirige en direcciones opuestas. Edu se vuelve a Hernani andando, acompañado de un grupo de jóvenes beodos que habían arrancado una señal de tráfico y a los que la Ertzaintza ni les dispara ni nada de nada. Por el camino se dedican a reventar las farolas a golpes y pedradas. Al llegar a casa tiene la suerte de que Ana oye el segundo toque del telefonillo y así acaba su periplo sobre la 1:00. Al resto del comando le costaría bastante más llegar a la cama. Por lo visto, una vez en Astigarraga, el bus de Hernani, además de pasar cada hora y cuando le daba la gana, llegaba a Astigarraga lleno así que ni paraba dejando en la estacada a la enormes cola de gente que lo esperaba. De los taxis ni hablamos. Jesus, Elena y Carlos consiguen interceptar uno y tiran para Donosti. Noemí y Fernando, que no cabían en el taxi, acaban finalmente cogiendo el bus siguiente al siguiente, y Jesús les recoge amablemente con su coche en la calle Okendo para acercarles a Gros, no les sirvió de nada negarse. A los últimos les dieron las 4:00, menudo final de fiesta...